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Obama al rescate de General Motors
Jueves 24 de septiembre de 2009, por
General Motors, principal productor de automóviles mundial hasta el año pasado y símbolo de la potencia económica de EE.UU., atraviesa la mayor crisis de su historia. Para evitar la declaración formal de quiebra, el gobierno de Obama ha corrido a salvarla con dinero público. Los defensores del liberalismo salvaje en época de vacas gordas, ahora por la socialización de las pérdidas. Con el rescate que el Gobierno impone, apuestan la pérdida de miles de puestos de trabajo, para devolver la empresa al capital privado una vez «saneada».
Esta «nacionalización» de derechas pone blanco sobre negro la incapacidad del sistema capitalista para salir de la crisis sin cargarla sobre las espaldas de los trabajadores. El ejemplo de GM evidencia que, contra los discursos de los «brotes verdes» que auguran el fin de la crisis, lo peor está por llegar. La quiebra del banco Lehman Brothers en septiembre marcó el final de la primera parte de la crisis mundial, de carácter financiero. La «nacionalización » de GM señala que entramos en la fase de quiebra de grandes empresas.
GM tiene una deuda de 62.000 millones de dólares. Desde el año pasado, como Chysler, estaba virtualmente en quiebra. Obama ya inyectó 19.400 millones de dólares y ahora añade 30.100 millones más. EE.UU. asume el 60% de las acciones de la empresa. El gobierno de Canadá completa la operación con 9.500 millones y controla el 12% de la empresa. El resto de las acciones quedan en manos de acreedores y trabajadores. El gobierno ha insistido en que la intervención es «temporal» y prevé devolver la empresa al capital privado en dos o tres meses.
A cambio, Obama exige un plan de «reestructuración» que supone 21.000 despidos (reducción de un tercio de la fuerza de trabajo en EE.UU.), con el cierre de dieciséis fábricas y 2.600 concesionarios hasta el 2012. Además, los trabajadores pierden sus fondos de jubilación y seguro sanitario: GM debe unos 20.000 millones a estos fondos, gestionados por el sindicato mayoritario (UAW).
Con la intervención del gobierno se pretende que los trabajadores renuncien a este dinero, a cambio del 17,5% de las acciones, con lo cual la burocracia sindical se convertiría en una parte de la patronal. Los directivos de UWA anunciaron el día antes del acuerdo entre GM y Obama un paquete de concesiones de modificación del convenio colectivo de 2007 para reducir los costes laborales de la empresa, que incluye congelación salarial, renuncia a pluses, cambios en la organización del trabajo y, sobre todo.... el compromiso de no hacer huelgas ¡hasta el 2015! El sindicato, que calcula que con estas medidas la empresa se ahorrará entre 1.200 y 1.300 millones de dólares cada año, asegura que un 74% de los 54.000 trabajadores de GM en EE.UU. votaron a favor del paquete de recortes.
Ésta es una nacionalización en defensa de la propiedad privada, que busca socializar las pérdidas para garantizar la continuidad del beneficio privado. Es lo contrario de lo que conviene a los trabajadores: la nacionalización sin indemnización (la patronal ya se ha embolsado mucho dinero en forma de subvenciones) para pasar a empresa de propiedad pública, y que funcione bajo control de los trabajadores para garantizar condiciones dignas.
La disyuntiva En una situación de crisis de sobreproducción como la actual (en el caso que nos ocupa, se fabrican muchos más coches de los que la gente puede pagar: por ello se prevé que en el 2009 se producirán 51 millones de coches, el nivel de 1990), para forzar un nuevo ciclo de crecimiento, el capitalismo tiene que «quemar » capital (o sea destruir fábricas y puestos de trabajo para volver a moderar la producción, un proceso que puede ser más o menos violento) y aumentar la explotación reduciendo salarios y acelerando los ritmos de trabajo. El que no aguanta quiebra y aquí entra otro mecanismo de la salida capitalista a la crisis: la concentración de empresas, que ya hemos visto con operaciones como la compra de Chrysler por Fiat.
Deslocalizaciones en busca de mano de obra más barata y explotada, recortes como los del acuerdo de GM con UWA, más especulación con mayor peso del capital financiero... son diversas recetas por un mismo fin: mantener la tasa de beneficios a cualquier precio. Ante ello existe una lógica contraria, que pasa por asegurar los sueldos y los puestos de trabajo y hacerlo a costa, precisamente, de los beneficios patronales, y revertir la crisis por la vía de una mejora generalizada de las condiciones que se traduce en más consumo. Pero esta lógica sólo se puede aplicar desde las instituciones públicas y siempre y cuando se garantice el control obrero para que no se impongan los mismos recortes que la patronal.
Elaborado con materiales del Especial sobre la crisis del PSTU, sección brasileña de la LIT-CI.